Navidad estéril
Navidad, temporada 2003-2004 en Southampton.
Hacía más de 9 meses que me habían roto la rodilla izquierda en un Elche-Hércules. Desde entonces mi vida ya no era la misma; nunca había trabajado tan duro para ver resultados diarios tan pequeños. Con 21 años entrenaba la mayoría de días con los juveniles a pesar de ser jugador del primer equipo.
Ni en mis peores pesadillas me había imaginado ese escenario. Cuando me dijeron que tenía los cruzados rotos no me imaginaba que una vez casi recuperado me iba a sentir peor. Marginado. El club había decidido que ya no iba a jugar más. Mi contrato expiraba en junio de 2004, así que el plan era no exponerme a una nueva lesión para evitar una renovación forzada.
Tenía dinero, pero el hecho de saber que no iba a jugar en lo que quedaba de temporada, me hizo sentir el hombre más pobre del mundo.
Antes del auge de las redes sociales uno se tenía que comer sus propios días. Me hacía fotos, pero no tenía con quién compartirlas. Recuerdo que, por huir de casa, salía sin el coche a pasear por la ciudad sin ninguna dirección. Cuando ya llevaba un rato no le encontraba el sentido a mi paseo, pero quedarme en casa era castigarme. Me recomfortaba sentir el frío.
No salía a conocer gente, salía a conocerme a mí mismo. Pero no lo sabía.
Esta sensación de vacío en Navidad se acentuaba. Especialmente en las navidades de 2003, que decidí no ir a casa unos días. Como muestra de compromiso con mi club me quedé en Southampton últimando mi recuperación
Tengo que decir que desde que me rompí los cruzados en marzo de ese mismo año hasta agosto estuve en Barcelona recuperándome.
Ya estaba harto de estar en Casa. Cuando llevas mucho tiempo lesionado dejas de sentirte futbolista. Eso es lo que sentí mí en muchas fases de mi recuperación. Ahora me doy cuenta de que no hay nada más futbolista que recuperarse de una lesión.
La burbuja del fútbol es sentirte víctima cuando eres un privilegiado y sentirte culpable cuando eres la víctima.
Jcainto Eá Eyene
Lo más curioso de estar lesionado es que te llegas a sentir culpable por estarlo. Muchas veces es el trato que recibes por parte de algunos miembros del club lo que te hace olvidar que eres una víctima. Creo que la burbuja del fútbol es sentirte víctima cuando eres un privilegiado y sentirte culpable cuando eres la víctima.
Al no volver a casa por Navidad no me quedaba más remedio que celebrarlo con mi mejor amigo del equipo Tin Delgado y un médico venezolano que «nos agenciamos». Ya hablaré de Cristoforos más adelante en este blog.
Ninguno de los tres estaba por la labor de cocinar, ni de ir a restaurantes de renombre porque no nos gustaban los restaurantes ingleses, y para comer comida india era mejor la que comíamos después de la discoteca.
Para el día a día teníamos «una guarida»: El bar de Sotiris. Nos lo enseñó un amigo español, Takis. Sotiris era un señor griego que llevaba más de 15 años en Inglaterra, pero hablaba con el acento más cerrado que Balki Bartocomus. Cada vez que podíamos íbamos a comer ahí. Muchas veces simulábamos comer algo en el comedor del training ground y nos marchábamos a comer al bar de Sotiris. Cocinaba para nosotros. Todos los futbolistas tenemos un lugar donde cocinan para nosotros.
Sotiris no nos veía como futbolistas profesionales, sino como unos jóvenes extranjeros desarraigados. De alguna manera se veía reflejado en nosotros.
Esa Nochebuena abrió solo para nosotros, ya que su familia se fue a Grecia. Nos hicimos compañía mutua. Era un bar modesto, pero estaba limpio. Nosotros apreciábamos el esfuerzo de ser extranjero y abrir un negocio. Nunca nos trató como futbolistas, más bien como unos jóvenes desarraigados que solo querían sentirse como en casa durante algún momento del día. Estábamos encantados de gastar nuestro dinero en su negocio.
Creo que lo que más echo de menos de Southampton es comer comida griega en el bar de Sotiris, como en aquel inolvidable 24 de Diciembre de 2003. No fue la celebración que se espera de unos futbolistas de primera división, más bien era la de unos inmigrantes en tierra de nadie buscando sentirse en familia.
Ninguno de mis libros habría sido posible sin experiencias como las vividas con Sotiris. En este post destaco una de «Las 6 motivaciones fundamentales de las personas» de las que trata mi último libro: la motivación de pertenecia a un grupo.
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