Con mi primer libro experimenté algo que muchos escritores experimentan: la suerte del principiante. Vendí muchos libros, entre 50 y 80 mensuales durante meses, lo cual me sorprendió. Estuve meses entre los 10 más vendidos en fútbol de Amazon.
El libro, Fútbol B, estaba cumpliendo su propósito: convertir mi sueldo de media jornada en uno de jornada completa haciendo las mismas horas.
Lo llamativo fue cuando empecé a publicar un libro anual desde 2017 y no acercarme al número de ventas de mi primera obra. De hecho, el que más se sigue vendiendo es mi primer libro (Fútbol B). A veces vendía más, a veces menos.
Sin embargo, sé que mi escritura ha mejorado a lo largo de los años aunque no se ha visto reflejado en las ventas. Puede influenciar el factor sorpresa de ver a un futbolista escribir con su puño y letra un libro. Pero lo fundamental es la cantidad de horas que dediqué a dar visibilidad a mi libro.
Es como si tuviese 6 hijos y solo hubiese mimado al primero. Cuando eres el creador, cuesta mucho hacer publicidad de tu propia obra, porque para vender es fundamental creer que vendes el mejor producto del mundo, y eso es complicado porque los escritores sabemos que nuestro libro siempre es mejorable.
Esta inseguridad nos acerca a nuestra mejor versión, pero llega un momento en el que debemos poner el punto final y dejar salir al libro que tantas esperanzas, ilusiones, inseguridades y horas nos ha costado.
No escribo para vender mucho, que me gustaría. Escribo porque necesito contar cosas. Y, a día de hoy, cada vez que vendo un libro, aunque solo sea uno, lo considero un auténtico milagro.