Pocas cosas hay más solitarias que empezar la pretemporada recuperándose de una lesión de larga duración.
Notas que estás mejorando hasta que ves cuánto te falta para meterte la palizas que se meten tus compañeros en el mes de julio.
Mientras estás haciendo ejercicios específicos de readaptación de tu rodilla (por ejemplo), tratas de visualizarte dentro del grupo… Pero hay un dolorcito que parece que te acompañará toda tu vida. Tranquilo, es como la juventud: un día se irá.
Cuando llegas a un equipo, siempre hay un jugador recuperándose de una lesión de ligamentos. Nunca lo has visto jugar. Desde el primer día es el lesionado. O es muy dicharachero o está apagado, desesperanzado.
Llegan caras nuevas, y este año, por primera vez en tu vida, eres ese jugador que parece que lleva lesionado toda la vida. Ese al que todos dan por lesionado vitalicio. Ese que no cuenta como competencia.
Me viene a la cabeza Dani Rodríguez. Lo encontré recuperándose de una rotura de ligamentos cuando fiché por el Southampton. Un joven portugués que desbordaba alegría. Tenía sonrisas y bromas para todo el mundo. Era amado por todo el equipo.
Me hablaban bien de él, pero nunca lo llegué a ver jugar. Cada vez que volvía, recaía. Se lo tomaba con buen humor, pero era doloroso ver a una persona tan buena pasar por tantas adversidades.
Llegaba el primero a entrenar, se iba el último. No tenía problemas en llevarte a casa si no tenías coche. Los trabajadores del club le tenían en un pedestal, los cocineros le traían pastelitos portugueses.
La pretemporada para los lesionados de larga duración no existe, ya que ellos están en una guerra que se desarrolla a velocidad de crucero sin un enemigo claro. Ni es el tiempo, ni es su cuerpo. Quizás la impaciencia y la impotencia. Enemigos claramente batibles.
A la impaciencia se la bate aceptando que hay factores fisiológicos que necesitan un tiempo determinado. No nos dejemos engañar por las noticias que dicen que un jugador «se ha recuperado antes de lo esperado». Eso es mentira. El equipo médico da unas fechas infladas para cubrirse en salud y trabajar con margen.
Los milagros en estos casos se pagan.
En cuanto a la impotencia poco puedo aportar; quizás valga con dejar de lado el ego y convertirse en agua como Bruce Lee.
Estar lesionado no es tan malo como parece, hazme caso. Es peor estar enfermo, y cuando se deja el fútbol se entiende mejor lo que digo. Estas palabras no creo que puedan consolar a alguien que lleva 4 meses lesionado, pero son las únicas que tengo.
En mi libro Fútbol B hay un capítulo dedicado a las lesiones.