Menos chilenas y más Benzemadas

Menos chilenas y más Benzemadas

Hace unas semanas discutía con unos amigos con los que comparto un programa en un podcast, que el gol de Ronaldo de chilena contra la Juventus no es nada más que un destello más de tan brillante competidor. Para mí un gol de chilena es una acción puntual sin más, a no ser que dicho jugador anote más de tres (número puesto al azar) durante su carrera.

Hay que reconocer que el gol de Cristiano fue espectacular, pero no nos pilló de sorpresa a nadie. Después de haberle visto hacer tantos intentos -a cuál más cómico- sabíamos que algún día acertaría. Incluso suspiré aliviado: «¡por fín! Qué pesado!».

Semanas después hemos visto en la final el golazo de chilena de «fogonazos» Bale. Lo cual nos demuestra que los goles de chilena son acciones de atletas totales -te lo digo yo que era especialista desde los 12 años-; Pirlo era muy bueno, pero no me lo imagino haciendo chilenas ni jugando en la playa. Y con esto no le quiero quitar mérito a esas dos acciones, sería injusto. Solo quiero puntualizar que no es lo más destacable que hemos visto en esta fase final de la Champions League.

En la eliminatoria del Real Madrid frente al Bayern Múnich vimos una acción de Benzema que acabó en críticas al portero y restando mérito al francés. Me refiero al segundo gol, cuando un defensa cede el balón al portero y Benzema presiona provocando el error para acabar marcando a puerta vacía. La puerta que el mismo vacío. De la nada sacó una ocasión de gol y un gol. De antemano hay que reconocer que es un error brutal del portero, pero también que había cuatro jugadores merengues presionando. En el fútbol hay que forzar errores, y el Madrid lo hace.

A Benzema se le acusa de no presionar como un desesperado, pero quizás no se tenga en cuenta que no está desesperado. Solo hay que ver la cara de pasmarote que tiene. Es el «empanao» de su pandilla de matones, pero también es cierto que su talento le destaca de ellos. Aun así, su rol dentro su grupo de amigos de extorsionadores no es el de líder, y en el Madrid tampoco. No quiere serlo, nunca lo ha sido. Es una especie de Nikolas Anelka con mucha menos personalidad y más temple, lo cual le ha beneficiado para no verse en situaciones límite.

Cuando se fallan ocasiones se dice que la pelota no quería entrar. Cuando se reciben goles nadie dice que es uno de esos días en los que la pelota quería entrar. Clic para tuitear

Pues contra toda idea preconcebida que se tiene de él, en la final contra el Liverpool, lleva la presión a su máxima expresión: le roba la intención al portero para marcar el primer gol del partido. Karius no sabe qué ha pasado, incluso cree que es culpa suya, pero de lo que no se da cuenta es que en cada gol que ha recibido desde que es niño, ha tenido la sensación de poder haber hecho algo más; les ocurre a todos los porteros. Sin embargo los delanteros cuando fallan dicen que han tenido mala suerte «el balón no quería entrar». Pero jamás escuchar decir a nadie que el balón quería entrar.

El problema de Benzema a la hora de realizar tareas oscuras es que lo hace con una elegancia fuera de lo común. No pone malas caras, no aprieta los dientes. Sonríe como si ignorase que el fútbol a ese nivel es un business Clic para tuitear

Volvamos al gol en la final de la Champions. Benzema no hace aspavientos para simular que se deja la vida para alcanzar un balón largo que sabe que no puede alcanzar. Se deja llevar como Henry. Se pone la gorra al revés como aquel que va a robar un banco y no quiere que las cámaras detecten si entra o sale. Pero no desconecta de la jugada como haría cualquier otro con el ego más inflado. Karim sigue ahí. No se ha ido aunque su expresión facial da la sensación de que nunca estuvo. En cuestión de decimas de segundos advierte lo que puede hacer el portero y acierta. Puede parecer que esa jugada es fruto de la casualidad, pero lo cierto es que Benzema siempre ha  estado atento a que eso pudiera pasar, y el destino quiso que fuera en la final de 2018. No fue una cuestión técnica, sino mental. Para estar siempre atento a que algún día pueda darse esa jugada hay que mantener una concentración a prueba de balas, ya que lo normal es que nunca se dé la posibilidad de sacar petróleo del pozo en el que sumergió a Karius. El francés no dudó en ir a celebrarlo con los suplentes que calentaban en la banda.

Pero no pasa nada, la temporada que viene la parroquia merengue seguirá sin entender a Benzema mientras aplaude a jugadores que no le llegan ni a la suela de los zapatos, pero enseñan los dientes.

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