Los vacíos de la vida del futbolista migrante

Este texto fue escrito para Migrantes del balón allá por 2015 con el objetivo de crear una serie de artículos relacionados con ser futbolista expatriado. Al final el proyecto no salió, pero aquí lo tienes.

En mi carrera como futbolista profesional, identifico dos facetas distintas en mi enfoque: por un lado, la ambición de alcanzar el éxito en el fútbol; por otro, el deseo de disfrutar la experiencia. El problema fue no cumplir con la primera parte y, por ende, no poder disfrutar plenamente de mi profesión.

Estaba tan centrado en alcanzar la estabilidad que no logré apreciar las posibilidades que el fútbol ofrecía. A pesar de vivir en 6 ciudades y 3 países diferentes (Barcelona, Southampton, Alicante, Vitoria, Dundee, Logroño), no logré disfrutar de ninguna de ellas, ni siquiera de mi hogar en Cataluña.

Mis visitas a casa (Barcelona) se limitaban estrictamente a la ciudad. No fue hasta años después de mi retiro que pude explorar otras localidades catalanas como Cadaqués, Tossa de Mar, Lloret, Cambrils, etc. Mi curiosidad por el entorno era mínima, a pesar de mi gran interés por otras culturas.

Una vez retirado, creció en mí una actitud de descubrimiento, que por aquel entonces no aproveché la oportunidad. No es que me encerrara en casa todo el día, pero nunca me sentí cerca de mis metas profesionales. Quería dejar claro que no estaba de vacaciones, aunque muchos pensaran lo contrario.

Mi vida era cómoda en cuanto a necesidades básicas, pero vivir en el extranjero tiene sus carencias emocionales, tanto para ricos como para pobres. Por muy acomodada que fuera mi vida, no podía llevar conmigo a mi círculo social completo. Estas carencias afectivas me acercaban más a los camareros españoles que a mis compañeros de equipo. A pesar de mi escasa vida turística, intenté conocer mejor las ciudades donde vivía, pero imitar las costumbres locales no siempre fue útil, especialmente en ciudades con un clima y ritmo de vida distintos al mío.

El fútbol era mi principal razón para estar allí y mi vía de escape. Una vez, un hombre venezolano que trabajaba para el club me llevó a ver Stonehenge. Le agradecí el gesto, pero no pude disfrutarlo porque no estaba allí como turista. Recuerdo que me llevó a comer en un pub inglés con su familia por pura compasión. Posiblemente fue la visita más cultural que realicé por tierras inglesas.

Ser futbolista migrante tiene la ventaja de encontrar apoyo, pero es importante estar receptivo. La vida profesional influye tanto en nuestra vida diaria que define nuestra personalidad desde la infancia.

A diferencia de otros profesionales, los futbolistas estamos dispuestos a cambiar de ciudad en busca de oportunidades. Nuestra profesión tiene fecha de caducidad pero no conoce fronteras.

Puedes entender este tipo de situaciones leyendo Mentor, Las 6 motivaciones fundamentales de las personas

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