Fuera de España me sentí más español que nunca

Este texto fue escrito para Migrantes del balón allá por 2015 con el objetivo de crear una serie de artículos relacionados con ser futbolista expatriado. Al final el proyecto no salió, pero aquí lo tienes.

No sabes a dónde perteneces hasta que sales del nido. Durante mi adolescencia, sentí que no encajaba en España. Nací en Guinea Ecuatorial, pero con un año ya vivía en Fuerteventura; a los 9 años, mi madre, mis hermanos y yo nos mudamos a Barcelona. Cuando eres niño, no prestas atención a esas cosas, pero en la adolescencia, cuando se forma la identidad, ser negro en España marcó un punto de inflexión en mi desarrollo.

Era guineano, pero también español. El rapero Frank T lo expresó bien en una canción: «me educaron por aquí, pero dicen que soy de allí, pero allí no me comprenden ya que hablo el idioma de aquí, y sólo por esa causa no se es de ningún país». Escuchar eso con 15 años cambió mi perspectiva y me ayudó a entender los desafíos que enfrentaba. Prejuicios que habían pasado desapercibidos en la infancia. Aunque debo reconocer que estar dentro del mundo del fútbol fue muy positivo para mi formación como persona.

Disfruté de una atención positiva que, en el día a día, dejaba en segundo plano mi color de piel, algo que no experimentaban muchos chicos negros de mi edad. Aun así, fuera del fútbol, me encontré en varias situaciones racistas, como el día en que unos policías me acusaron de ser el líder de una banda de adolescentes que causaban problemas durante las fiestas del barrio. Esa noche acabé en el calabozo, pero, para mi alivio, salí sin cargos.

Por aquel entonces, en Cataluña, todavía teníamos a la Policía Nacional patrullando las calles. Cuando me cruzaba con una patrulla, automáticamente metía la mano en el bolsillo para sacar el DNI. Los negros vivíamos con la certeza de que seríamos detenidos para mostrar nuestra documentación.

Cuando llegué a Southampton, dejé de ser «el negro». Allí, ser negro no era algo destacable; si no abría la boca, pasaba desapercibido, pasaba por inglés, pero uno más. Lo que me hacía diferente no era mi condición de futbolista ni ser negro, sino ser español. En Inglaterra, cada vez que un español me escuchaba hablar en español, no dudaba en entablar conversación conmigo. En ningún momento se cuestionaba mi españolidad, a diferencia de lo que vivía en España.

– ¿De dónde eres?
– De Barcelona.
– Nosotros de Salamanca.
Mejores amigos.

Cuando estás en el extranjero, o fuera de contexto, buscas a personas que tengan cosas en común contigo, y durante un tiempo no fui diferente a la mayoría de los migrantes (independientemente de su nacionalidad). Estuve tan desubicado que incluso iba los martes a un local donde ponían música latina. Sin quererlo, me encontré bailando canciones de cantantes impensables para mí en España, como Ricky Martin, Paquito el chocolatero, David Civera o Estopa. Mis amigos habrían flipado viéndome en ese ambiente. De hecho, yo mismo me veía divertido en esa situación. Me salvé por poco de acabar bailando canciones de Operación Triunfo. El simple hecho de hablar español durante unas horas era una liberación que difícilmente podría haber experimentado de otra manera en Southampton.

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