La escritura.
Cuando no tengo tiempo escribo mejor que cuando me sobra. Escribo cuando estoy en el tren, a la hora del bocadillo, a la hora de comer, cuando tengo 10 minutos muertos.
Pero cuando estoy de vacaciones me cuesta encontrar tiempo para escribir a mano. Para avanzar en mis libros. Esta calma me resta inspiración (a pesar de que no escribo cuando estoy inspirado, sino que escribo para inspirarme).
Un buen bolígrafo es fundamental, aunque escribo con el más básico si es lo que tengo. Me enamoro de los bolígrafos que se deslizan sobre el papel como una patinadora sobre el hielo cada 4 años en Las Olimpiadas.
No importa si lo que escribo es bueno o malo, lo importante es que estoy escribiendo a mano. Mi cerebro se vuelve líquido, se engrasa y hace girar a las tuercas que componen la máquina más compleja del mundo.