Íñigo Martínez no hará el trabajo por ti

07:58 de la mañana. Ferrocarrils de Catalunya dirección Barcelona, línea S1 (Terrassa). Todos los asientos están ocupados. A la mayoría nos espera un trayecto de más de 30 minutos. Estoy de pie, se acaba de levantar una persona del asiento que tengo junto a mí. Una chica que estaba a tres metros llega corriendo, me esquiva y se sienta. ¿Le debería dar una hostia?

Se ha sentado sin cruzarme la mirada, como si el asiento tuviese su nombre, como si no hubiera nadie más en el vagón. Tiene pinta de buena persona, pero su acción es de egoísta maleducada. Al menos debería preguntar si me voy a sentar. Le habría cedido el asiento, soy más fuerte que el 95% del vagón.

Cuando la he visto bajar en la penúltima parada me ha dado la sensación de ser introvertida, y lo que en realidad le ocurre es que le cuesta interactuar. Me recordó a un señor que decía: «es triste pedir, pero como soy vergonzoso prefiero robar». Hay personas que prefieren quedar mal por vergüenza.

A diferencia de muchos pasajeros, no compito por sentarme en el tren.

Ayer vimos en redes sociales como un adolescente llamaba tonto al jugador del Barcelona Íñigo Martínez a las puertas de las instalaciones deportivas. El futbolista vasco se baja del coche y se encara con el adolescente, que a pesar de tener cara de niño, debía rondar los 16 años como máximo. Pantalón a medio culo y cigarrillo en mano.

Es habitual verles a la salida del párking esperando a sus ídolos. Incluso en horario escolar. Aunque ayer era festivo en Barcelona. Cuando tienes fans corres el riesgo de que se vuelvan pesados, si no que se lo pregunten Madonna, Gwyneth Paltrow, Björk que llegaron a temer por sus vidas.

Otra de las teorías que corren por Twitter es que venden camisetas y fotos firmadas por los jugadores. Me hace gracia que se critique eso pero si lo hace otra persona le llaman emprendedor. Imagino que si fuesen chicos blancos se vería diferente.

No creo que Íñigo Martínez temiera por su vida. Hace unos años en lugar de tener tiktokers pidiendo autógrafos tenían ultras pidiendo más huevos. Antes les molestaban los pitbulls, ahora las moscas.

En las redes ha habido división de opiniones respecto a la actitud del central del FC Barcelona, pero me voy a centrar en los que han aplaudido que se bajara del coche y fuese a por chaval. Incluso algunos decían que debería haberle dado una bofetada para que aprendan.

Es aquí cuando me pregunté por qué no son tan contundentes cuando en el transporte público un o una joven no cede o roba el asiento a una persona mayor. Por qué no son tan contundentes cuando no dejan salir antes de entrar. Por qué callan cuando un grupito de gallitos pone la música a todo volumen desde el móvil molestando al resto de pasajeros. Por qué no dicen nada cuando una persona pone los pies encima de los asientos del tren. Por qué no dan una bofetada al director del banco después de hacer desaparecer todos sus ahorros. ¿Por qué?

¿Tiene que venir Íñigo a hacer justicia?

En las redes son muy valientes los trolls y los gallitos de teclado. Estos últimos dicen cosas como «si me lo hace a mí le doy una bofetada que lo mando a su casa». Después son incapaces de reclamar una factura de teléfono equivocada o el cambio del supermercado.

Evidentemente el comportamiento del chaval es malo, penoso, pero todos hemos sido adolescentes y hemos metido la pata en más de una ocasión. Por suerte pocas veces hemos necesitado una hostia para aprender. Quizá de nuestros padres, y veces muy contadas.

La demagogia a la hora de que otros ejerzan la violencia está al orden del día en redes sociales. Especialmente en aquellos que viven amordazados y esperan que otros hagan lo que ellos anhelan pero que no se atreven, ni se atreverán. Alguno dirá que yo soy el demagogo por decir que no hay que pegar a los chavales, pero yo diría que es ser coherente.

Para acabar, no culpo a Íñigo Martínez, posiblemente tenía un mal día y los que más le tocan los huevos a diario lo pagaron, merecidamente (e innecesariamente).

2 comentarios

  1. Jordi Pérez

    Hola Jacinto. Estoy de acuerdo con lo que dices. El chaval mete la pata pero Íñigo, que cada domingo oye insultos en la grada y en el campo (seguramente mucho más graves que «tonto»), debería haber pasado de largo y no encararse con un chico de manera chulesca y arrogante. Hace unos años, Umtiti hizo lo mismo, ante más gente y de más edad, y sus formas fueron distintas, severas y constructivas pero no chulescas.

    • Jazz

      Lo has explicado perfectamente poniendo el ejemplo de Umtiti. Pararse y bajar a encararse ha sido una tontería. Es como si jamás hubiese tratado con adolescentes.

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