Era la temporada 2005-06. Llevaba dos meses como jugador del Dundee FC. Me ficharon tras pasar una prueba de un par de días. Firmé por dos años pero no tenía pensado cumplir mi contrato. Una semana antes fui rechazado por el Watford.
No era el club de mis sueños, pero estaba bien. Los futbolistas en decadencia nos conformamos con tener equipo. Cuando no tienes dónde caer muerto, un sofá es una cama King size. Compartía apartamento con tres compañeros (Irlandés, australiano y paraguayo). De alguna manera se hacía menos pesada mi estancia. Sin embargo, no teníamos relación con el resto del equipo fuera de las instalaciones deportivas.
Ellos nos veían como extranjeros sin más. Daban por hecho que si estábamos allí debíamos marcar más diferencias. No sé si sabían es que si estábamos allí era porque no teníamos nivel para más 😂😂😂.
Se habían acostumbrado a señalarnos por la espalda
Llegó un momento -muy habitual en las personas con mentalidad mediocre- en el que trataban de culparnos por todos los males a los extranjeros del equipo. (¿Te suena?)
Este día estábamos haciendo partidos de 5 vs 5 en campo reducido. Estos partidillos son muy competitivos. Personalmente es los que más me gusta hacer en los entrenos.
Me encontraba muy bien. Rápido, buen toque, conectado. Me acercaba a mi mejor nivel. De repente fallé un par de pases seguidos y mis compañeros empezaron a poner caras y a maldecir entredientes. Me molesta que los que más la cagan sean los más intransigentes; al igual que los que menos trabajan digan que lo hacen todo.
Me iba calentando más que Eder Sarabia contra el Getafe. Ya estaba jugando contra los de mi propio equipo. Motivación extra. De repente me olvidé que estaba entrenando. Para mí eso se había convertido en la guerra, en un mundial. Yo era Mark Lenders.
Estaba en éxtasis. Era el diablo en persona. Atacaba, defendía, asistía. Nada tenía sentido. ¿Qué hacía yo allí? Mis compañeros se habían convertido en meros acompañantes. Yo estaba eliminando a nuestros rivales. (Quien recibía dos goles salía). Si hubiera necesitado un hat trick lo habría marcado. Ese día sí.
En la final, con empate a 1, cogí la pelota y cuando esperaban un regate, a 30 metros de la portería solté un derechazo que se coló junto al palo derecho del portero. Era raro que yo marcarse de media distancia. Entonces grité: Joderos, hijos de puta!!!
Esta es una de las pocas ventajas de estar en un país extranjero. Puedes hablar sin que nadie te entienda.
Mi amigo Carlos Mesa, que estaba en otro de los equipos, se moría de risa. Ellos no sabían que me dirigía a todos ellos. Me quedé agusto. Necesitaba
A los dos meses me echaron, pero eso es otra historia que puedes leer aquí.