Escocia era mi última gran oportunidad
En el verano del 2005, debido a una serie de circunstancias, acabé en el Dundee FC (Escocia) . Conseguí un contrato de dos años tras superar una prueba que consistía en entrenar unos días con ellos y poco más. El nivel era tan bajo que el primer día temí que me iba a quedar.
Sí, utilizo el verbo temer porque me aterraba tener que irme tan lejos para jugar en un equipo tan débil.
Cobrando lo que me pagaban me salía más rentable quedarme en algún equipo de Barcelona, pero jugar cerca de casa no me interesaba porque era darme por vencido. La idea era retomar el vuelo en tierras británicas…aún teniendo que entrar por Dundee.
La parte buena era que el entrenador, Jim Duffy, confiaba mucho en mí. Razón suficiente para ofrecerme dos años. Para mi desgracia le echaron a los cuatro partidos de empezar la liga a pesar de ir primeros.
Firmé mi sentencia de muerte
Durante el momento de la firma ya tenía claro que no iba a durar tanto tiempo ahí, aunque mi intención era marcharme por mi propio pie, y no despedido, que fue lo que ocurrió.
Era un nivel mucho más bajo del que yo esperaba, lo cual me preocupaba porque en fútbol el nivel del jugador es más alto cuando los compañeros son mejores, y viceversa. En ese equipo habían algunos jugadores decentes, muchos del montón y tres o cuatro que yo consideraba buenos.
El punto fuerte era que al entrenador le gustaba jugar un buen fútbol. No tenían el mismo concepto futbolístico los jugadores, que a pesar de llevar varios años con él, preferían jugar más directo. Supongo que al no tener jugadores técnicos, el míster, se adaptaba a lo que había. Pero ese año llegamos una serie de jugadores no escoceses que aportábamos algo diferente al equipo.
Entrenos en un parque
Creo que más que el equipo en sí, lo que me impedía desear cumplir 2 años de contrato ahí era el campo de entrenamiento. Era un prado de un parque en el cual colocábamos porterías –supongo que con el permiso del ayuntamiento– a pesar de tener un estadio bastante bonito entrenábamos en cualquier parte. Los desniveles del prado estaban bien para la pretemporada; nos ahorrábamos ir al bosque a correr, pero era complicado jugar un partido de 11 vs 11 sin tener que acortar las medidas del campo para que nadie se encuentre subiendo un monte en un contraataque.
Puede sonar muy burgués por mi parte pero a un equipo de 2ª división le exijo un campo de entrenamiento decente, especialmente en un país como Escocia, a lovely country but strange people.
Una vez pasada la pretemporada, los entrenos en el estadio empezaron a ser más habituales y eso me gustó. El parque no tenía sentido pero aún así íbamos los miércoles para hacer físico.
Malos entrenando buenos jugando
En 3 semanas ya me había hecho con la ciudad y me veía consiguiendo cosas importantes. Los compañeros no eran lo que yo creía al principio. Era gente rara: entrenaban como malos y jugaban como buenos. Era un cambio brutal y fui yo quien tuvo que ponerse las pilas para adaptar mi estilo al de ellos sin perder la esencia.
Por mis condiciones, el entrenador me situó de enganche con bastante libertad en ataque. Yo siempre me he desenvuelto en las bandas, pero esa muestra de confianza por parte del equipo técnico me dio un empujón que me hizo completar partidos buenos que me hicieron soñar con volver a engancharme al fútbol.
El arranque fue espectacular pero aún había algo que no permitía que la bicicleta rodase con fluidez: la vivienda.
Inicialmente el club nos alojó juntos a un australiano, un irlandés de Londres y a mí en un piso propiedad del presidente. No era un mal barrio y el piso estaba bien porque era gratis.
Durante la pretemporada es complicado ponerse a buscar piso porque la cantidad de entrenos es mayor que durante la temporada y estábamos demasiado cansados para ir por ahí haciendo visitas.
2 habitaciones para 3 jugadores
Éramos 3 y habían 2 habitaciones, por lo que tuvimos que prescindir del salón para conseguir un reparto más justo: El londoner fue al salón. Al principio era un poco putada pero en seguida nos acostumbramos al reparto. El australiano no lo llevaba bien porque quería ver la tv en el salón, eso sí, no quería comprar una tele. Yo adquirí una en Cash Converter, 35 libras, y la puse en mi cuarto. Más o menos les daba vía libre a horas decentes, pero el australiano entraba todos los días a ver una telenovela de su país. Imagina a un tipo de 1,87 corriendo por la casa a las 8 p.m gritando: “Home & Away”. Era algo así como Velvet. Eso lo veía el solo – en mi cuarto – mientras, nosotros íbamos a la cocina a charlar. Solo había dos momentos en el que nos reuníamos todos: cuando había algún partido y sobretodo cuando emitían LOST.
La convivencia era más o menos cómoda. Yo estaba acostumbrado a vivir solo, pero me adapté a las limitaciones de tener un compañero tan raro como el australiano.
En septiembre, cuando eso ya parecía un hogar, empezaron a aparecer humedades de gran tamaño en las dos habitaciones. Avisamos al club y nos dijeron que lo arreglarían.
Fue entonces cuando cayeron en la cuenta de que aún estábamos en el piso y debíamos dejarlo lo antes posible. Aún así dijeron que nos iban a ayudar a buscar piso. No tenían tanta infraestructura para esa faena. El club no es que fuese familiar, era monoparental. El presidente era el capo y punto.
Cada vez estábamos más asentados en el piso, pero sabíamos que tarde o temprano tendríamos que buscarnos las castañas, pero con el sueldo que teníamos era una tontería destinar una parte en vivienda cuando podíamos seguir gratis.
El equipo iba líder y estábamos jugando bastante bien.
Conocimos a una dependienta en un sucedáneo de Starbucks (mejor que el original) al que siempre íbamos a pasar la tarde, y nos puso en contacto con un amigo de ella que se dedicaba al alquiler de pisos. Para esta gente mantener relación con los clubes y futbolistas es muy goloso. El tipo no parecía muy profesional que digamos; como si hubiese caído de rebote en la profesión, pero era muy amable. Se notaba que le gustaba el fútbol.
Teníamos tan poco entusiasmo por buscar piso que no pudimos rechazar la oportunidad ya que nos había venido caída del cielo. Además el club ya andaba por el enésimo ultimátum. Al presidente se le agotó la paciencia.
Un tipo tan poderoso que pasaba las semanas enteras en las Baleares no podía dejarse torear por unos chicos de 24 años.
No solucionaron lo de las humedades en las paredes, más de una vez me pareció ver la cara de Jesucristo a través de las humedades. Gracias a Dios que había calefacción. De no ser por la calefacción habríamos cogido reuma.
En busca de piso
Bueno, el piso que nos enseñó el chico era una ruina. Parecía uno de esos pisos que se ven en las series británicas donde los drogadictos se refugian del frío, pero iluminado. Por la cara que puso creo que ni él había visto el piso antes, Con poco convencimiento nos dijo que nos lo limpiarían. Cómo si la limpieza fuese el único inconveniente. Ya me lo imaginaba limpiando para conseguir la comisión.
Después de ese no vimos más pisos. Sin decirnos nada, habíamos firmado un pacto para retar al presidente y quedarnos en el piso de las humedades con mi (nuestra) tele de 20 pulgadas.
Como aún eran las 5 p.m. Dimos una vuelta por el centro para acabar en nuestro Starbucks particular tomando unos caffe lattes para luego ir a un bar a ver la Liga de Campeones en pantalla gigante mientras nos comíamos unas hamburguesas.
El inicio del fin
A primeros de octubre echaron al entrenador por algún motivo que todavía desconozco ya que íbamos lideres. Fue un palo para mí. Llegó el nuevo técnico y al poco tiempo decidió que ninguno de los que estábamos en el piso éramos de su agrado, que buscaba otro tipo de jugador. Lo aceptamos pero antes negociamos con el presidente el precio de la rescisión de contrato. Salió ganando él pero yo no quería seguir allí.
Siempre pensé que me echaron porque mi estilo de juego no era del agrado. Fue hablando con un amigo, 8 años después (2014), cuando caí en la cuenta de que el presidente se hartó de nuestra negativa a abandonar el piso, y cuando echó a nuestro principal valedor, el técnico Jim Duffy, nos eliminó.
El fútbol muchas veces es más que lo que ocurre en el campo. Influyen tantos factores que no controlas. Si llegamos a saber que un millonetis como el presi, necesitaba ese cuchitril, hubiésemos buscado otro compartido en el que hayan dos habitaciones y que el australiano se fuera a tomar por culo con sus telenovelas.
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