El viaje
Tras tres años como jugador del Southampton FC y viviendo en la ciudad del sur de Inglaterra, dos meses después de acabar mi contrato, no se me ocurrió otra cosa que volver de vacaciones a la ciudad con unos amigos.
Esta vez volvería como turista, ya no como futbolista. Quería disfrutar de la ciudad desde otro punto de vista. Sin tener que ir a entrenar, sin añorar Barcelona. Fui por placer, no por contrato.
Fui acompañado de un par de amigos: Topo y Willy. Uno es hijo de madre dominicana y el otro de padres peruanos. Los tres somos españoles de padres extranjeros, ya que los míos nacieron en Guinea Ecuatorial.
Llegada al hostal
El viaje comenzó con una estancia de dos días en Bournemouth porque el vuelo salía más barato a esa ciudad vecina. No íbamos de «mochileros» pero llegamos sin alojamiento. Tuvimos, bueno, tuve que preguntar a varias personas dónde encontrar un hostal a buen precio.
No sé cómo llegamos a uno que se encontraba en una calle residencial. Lo regentaba una familia ¡que vivía allí mismo! Cuando digo una familia me refiero a padre, madre, hijo e hija. Con la particularidad de que la hija -de unos 7 años- entraba en nuestra habitación cuando le daba la gana. Era incómodo.
En busca de marcha
Dejamos las maletas y fuimos a cenar antes de tomar unas copas. No eran ni las 19h, pero teníamos ganas de marcha.
Comimos unos kebabs.
Era hora de ir de marcha. Callejeamos buscando un lugar donde empezar la noche. Aún era de día. Preguntamos a varias personas, pero nadie sabía nada. Hasta que un grupo de 4 jóvenes ingleses con gorras blancas se cruzaron en nuestra búsqueda.
«Sucios españoles»
Durante toda la tarde fui el portavoz del grupo: «Hola, ¿sabéis si hay alguna fiesta guapa esta noche por aquí?», pregunté (en inglés) con mi mejor sonrisa. El que parecía el líder del grupo hizo una pausa antes de contestar, alzó la vista hacia el lado derecho tratando de recordar algo y dijo: «Si vas por allí y luego giras, en la calle *#fd’##+ hay un local, pero la fiesta es de unos sucios españoles.
Recé para que mis amigos no abrieran la boca en ningún momento. De habernos escuchado hablar en español quizás nos habrían increpado. Una pelea no nos convenía.
Con la mejor de mis sonrisas le agradecí la amabilidad y la sugerencia. Seguimos por donde nos indicó, y cuando estaban a una distancia segura, les traduje a mis amigos lo que había dicho el amable joven.
«¿El cabrón ese nos ha insultado y no le has dicho nada?», dijo el Topo. A Willy tampoco le sentó bien. Incluso querían ir a buscarlos. Les tranquilicé, que no pasaba nada.

De lo que no se dieron cuenta es que llevando toda una vida en España sintiéndose extranjeros, en un día en Inglaterra se ofendieron porque unos ingleses insultaron a los españoles.
Conclusión: la xenofobia es muy subjetiva. Depende dónde te encuentres eres un negro, un sudaca o un sucio español.
La foto de portada tiene un vídeo que grabé hace años para mi amigo Behdad Rezazadeh