No llevaba más de 45 días en la disciplina del Dundee FC cuando los pesos pesados del equipo tomaron al toro por los cuernos y hablaron con el club para buscar una solución al «lunch» (almuerzo). Os pongo en situación: resulta que los días que había doble sesión, después de entrenar, cogíamos los coches (o te acoplabas en alguno) e íbamos a comprar un tentempié para luego completar la sesión del afternoon. Por alguna extraña fuerza de la naturaleza todos comprábamos en el mismo local de comida preparada. No nos hacían precio especial ni teníamos trato de favor -es raro que unos futbolistas acudan al mismo local de forma regular sin recibir trato especial-. La comida era pan con carne, o ensaladas con mayonesa, o gambas, o kebap, o embutidos salseados. El precio de estas especies de bocadillos era de unas 2 libras. Lo comíamos en el vestuario sentados entre nuestras mochilas y botas. Yo prefería no comer así, pero me amoldé como también lo hice en Southampton con la obsesión de tomar té con leche todo el santo día (me encantaba).
Como profesional no me parecía lógico tener que alimentarnos con comida basura rápida, pero para el club era rentable que los jugadores nos pagásemos el «lunch». Los capitanes cansados de conducir para buscar comida hablaron con el club para buscar una solución. Lo hablamos en el vestuario y la inmensa mayoría estaba de acuerdo con exigir Soup and Sanwiches (sopa y sándwiches). Solo mi amigo el irlandés Kay trató de recomendar comida más adecuada para deportistas como pastas, ensaladas, pollo, fish and chips, etc… como era nuevo nadie le escuchó. Luego nos reíamos en el piso de la situación. Estaban emocionados porque habían conseguido que nos sirvieran sopa y sándwiches cortados en triangulitos como si de un cumpleaños infantil se tratase. Mi amigo solo reclamaba «proper food» (comida apropiada).
Entonces me di cuenta que por muy bueno que seas o te creas, hay unos códigos y costumbres que no vas a cambiar con tus ideas importadas. Al final disfrutaba los Sándwiches como nadie, y en cuanto a la sopa, una delicia poder calentarse el cuerpo antes de volver al piso enmoquetado de un barrio escocés similar a Sarajevo.
Mi libro se lee rápido, pero no es basura.