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Para qué me sirvió el fútbol

    El fútbol me sirvió para muchas cosas, aunque durante años pensé que solo me estaba alejando de lo que realmente importaba.

    Me sirvió para hacer amigos que aún conservo, para aprender a perder cuando más me dolía, y para entender que, aunque a veces uno lo da todo, no siempre gana.

    Me sirvió para sentirme parte de algo más grande. Para tener una rutina cuando todo lo demás era caos. Para sudar tristezas, para dejar de pensar en cosas que me hacían daño y, a veces, también para celebrarme.

    Me enseñó que las victorias saben mejor cuando se han sufrido, que los entrenadores no siempre tienen razón (pero hay que escucharlos igual), y que en la vida, como en el fútbol, lo más importante no siempre es el gol, sino las veces que te levantas después de caerte.

    Y aunque no llegué a donde soñaba, me di cuenta de que el fútbol me había llevado justo donde tenía que estar: aquí, con todo lo que aprendí, listo para compartirlo, enseñarlo o simplemente disfrutarlo desde otro lugar.

    Porque el fútbol no fue solo un juego para mí. Fue mi escuela, mi terapia, mi casa durante muchos años.

    Y hoy, todavía lo sigue siendo.

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