Saltar al contenido

No es para tanto”… hasta que lo es

    Sobre jugar con tortícolis (y otras molestias que no son baja, pero joden igual)

    Llevo un par de días con molestias en las cervicales. Tortícolis, probablemente. Nada grave. No me impide moverme, ni trabajar, ni entrenar. Pero molesta. Está ahí. Y como está ahí, te acompaña todo el día.

    Por suerte, con los años he aprendido a no dejar que estas cosas me cambien el ánimo. Antes, cualquier dolor me ponía irritable. Como si el mundo tuviera la culpa de mi cuello. Ahora no. Sé que va a pasar. No es crónico. No me define. Y sobre todo, no merece que le regale mi paciencia ni mi humor.

    Lo curioso es que no recuerdo a ningún compañero que se haya perdido un partido por tortícolis. Ni uno. Quizá pasó y no me enteré. O quizá, simplemente, en el fútbol (y en la vida) hay dolores que no se consideran válidos para parar.

    Porque nadie coge la baja por tortícolis. Nadie falta al trabajo. Nadie lo dice. Pero eso no significa que no moleste. Y eso me hace pensar en todas esas pequeñas molestias que arrastran los futbolistas: aductores, rodillas, tobillos, cuello… Cosas que no te apartan, pero que tampoco te dejan estar bien. Molestias invisibles, pero constantes.

    Y claro, luego llega el retiro y muchos se sienten vacíos. Perdidos. Tristes. “No sé por qué”, dicen. Pero yo creo que sí lo saben. Han pasado años conviviendo con dolores que no eran lesión, pero que nunca se iban. Y eso te come, poco a poco. Porque es más fácil aceptar una lesión clara que una molestia sin nombre que te acompaña meses.

    Quizá por eso, muchas veces, el problema no es el dolor en sí… sino el silencio que se espera de él.

    Deja una respuesta

    Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *