El futbolista joven vive en un mundo anacrónico

El futbolista joven vive en un mundo anacrónico

Allá por el año 2001 me encontraba en Inglaterra -como he comentado cientos de veces, en Southampton-, por las calles veía a jóvenes de mi edad paseando de un sitio a otro.

Tomaban cervezas en bares baratos en los cuales la clientela principal eran estudiantes; comían en sitios de comida rápida durante horas. Yo también, pero porque era joven, no porque fuese justo de dinero.

Les miraba y no encontraba nada que asemejase sus 19 años a los míos.

Yo tenía un buen sueldo, un buen apartamento (pésimamente decorado por mí) y lo más importante: era futbolista profesional.

Me gustaría saber qué pensaba el camarero cuando un niñato se pide un chuletón de 30 libras sin importarle el precio.

Me gustaría saber qué pensaba la señora de la limpieza cuando venía una vez por semana a limpiar la casa a un joven que vivía solo en un apartamento con vistas al puerto deportivo.

Me gustaría saber por qué Michelle Egan era tan amable conmigo cada vez que iba a hacer una transacción bancaria, pero me miraba con cara de «pobrecillo, no se entera de nada».

Me gustaría saber si invitar a copas a mis amigos era ser prepotente.

Me gustaría saber quiénes eran  40 de las 50 personas que vinieron a mi fiesta de cumpleaños en Southampton.

Me gustaría saber qué pensó de mí la profe de inglés cuando le dije que no hacía falta que viniera más.

Con 19 años viví en un mundo anacrónico.

jazz

 

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