Mollerussa

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Photo by Quino Al on Unsplash

A los 14 años, mi comportamiento -dentro y fuera del campo- era más que correcto, eso no quiere decir que alguna vez cometiera algún error típico de la edad y las circunstancias. Pues un día mi primo -que era mi representante- me echó una  bronca por algo que había hecho dentro del campo, no recuerdo si me habían expulsado… puede ser. El asunto es que después de un partido,  me dijo que «haciendo cosas como lo de hoy acabarás jugando en el Mollerussa».

A bote pronto asustaban más los profesores que decían que «si no estudias no vas a conseguir trabajo ni de barrendero»; o eso de que «viene el hombre del saco»; o «si te haces pajas te quedarás ciego». Pues estas amenazas no me inquietaban ni un poco, en cambio, lo de Mollerussa me dejó petrificado. No lo había pensado hasta entonces, pero temía acabar jugando en el Mollerussa.

Mollerussa no era un nido de los heads, en Mollerussa no comían negros, Mollerussa tampoco era la cuna del pachangueo, pero, ¿qué me aterrorizaba de Mollerussa?

Los domingos a última hora de la noche, en el Canal 33, echaban resúmenes de los partidos de segunda b y terecera división (año 91-92).  Cuando llegué a Barcelona con apenas diez años veía todos los partidos y todos los programas de fútbol (por aquel entonces no había programas tan mierdas como los que hay ahora). Una de las cosas que me llamaban la atención era el mal césped de los campos, especialmente en invierno, cuando estaban embarrados.

Tenía que hacer lo posible para no acabar en el Mollerussa. Por aquel entonces estaba en las categorías inferiores del Espanyol y, a pesar de no tener buenas instalaciones para entrenar, vivíamos como reyes.

Espanyol B, Southampton, Hércules, Alavés B, Dundee FC, Gavà… En este último saltaron las alarmas. En el mismo momento en el que recibí la oferta supe que me quedaba poco tiempo de fútbol. Estaba donde no quería: en Mollerussa. Sin embargo el césped estaba en perfecto estado, pagaban muy bien, nada me recordaba a los resúmenes que veía por televisión, imágenes oscuras debidas al cielo gris. En Gavà siempre hacía sol, pero, ¿por qué me sentía en Mollerussa?

No me costó mucho relacionar Gavà y Mollerussa; el principal lazo de unión era la distancia que había entre estos dos clubes y la primera división: un mundo. Mollerussa representaba el mundo amateur. Resulta que me había autoconvencido de que jugar en tercera era olvidarse de llegar a primera.

Nota: no tengo nada en contra de Mollerussa. Mi intención no es ofender a nadie.

Esta anécdota no está en mi libro Fútbol B, pero evidentemente hay mucho de Mollerussa en lo que aprendí durante mi carrera.

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