De todos es bien sabido que el ejercicio físico tiene grandes aportaciones al bienestar físico y mental. No hace falta que sea yo quien lo diga. Eso sí, siempre con moderación.
Sin embargo, en los medios llevan años diciendo que es un tabú para los deportistas hablar de la salud mental, cuando la realidad es que no hay entrevista medianamente extensa en la que se hable del tema. Andrés Iniesta, Carolina Marín, Ricky Rubio, Álvaro Morata, Simone Biles, Me extraña que muchos psicólogos se enfoquen mayoritariamente -al menos en público- en la repercusión de las críticas en redes sociales como la causa principal.
Cierto es que hay muchos artículo en los que se ahonda en este tema y se habla de otras causas. La competencia, la presión mediática, las lesiones o la falta de apoyo, por ejemplo. En este post me voy a centrar en las lesiones, que es lo que más conozco.
Me he estado preguntando por qué los deportistas, al hablar de salud mental, suelen centrarse más en las críticas y el odio que reciben en las redes sociales. Mi conclusión es que es una forma sencilla de evitar mirarse a sí mismos. Al enfocarse en el «hate» de las redes, desvían la atención hacia las acciones de otros, personas que en realidad no tienen relevancia en sus vidas. Estoy convencido de que si un comentario de un troll te afecta, el verdadero problema radica en ti. Y con esto no culpo a la persona que recibe la agresión, sino a la importancia que le da a la opinión de otros. Hay una frase que me gusta recordar para mantenerme con los pies en la tierra:
No te creas todo lo malo que dicen de ti, pero tampoco todo lo bueno.
Es una forma de evitar depender de la validación externa en cada paso que damos. Un deportista solo necesita el feedback de sus entrenadores. Cuando hablo de validación externa, también incluyo la opinión de los periodistas.
Recuerdo que, cuando estaba en activo, las calificaciones que recibía de los periodistas a menudo no reflejaban mis propias sensaciones en el campo. Por ejemplo, me daban un 9 por haber marcado un gol, aunque ese día mis controles no eran precisos y mis pases dejaban mucho que desear. En cambio, en otros partidos en los que daba un auténtico recital como extremo derecho, me calificaban con un 6. Así aprendí que mi nivel de juego no lo determinaban los periodistas. Aunque ellos son quienes transmiten la información al gran público, muchas personas confían más en lo que dicen los periodistas que en lo que ven con sus propios ojos.
Como muchos futbolistas, después de un gran partido solía consultar la prensa para ver qué decían sobre mí. Esta es una práctica común, pero equivocada. La mayoría de los deportistas tienden a tener una autoestima baja. Los deportistas que alcanzan la élite han sido moldeados desde su niñez bajo un constante esquema de validación externa. Todo lo que han hecho ha sido para obtener la aprobación de otros.
Las lesiones, el dolor y la salud mental
Los deportistas rara vez hablan del impacto mental que tienen las lesiones, ya que mostrar esa vulnerabilidad podría poner en riesgo su futuro profesional. Sin embargo, estudios indican que hasta el 80% de los atletas de élite experimentan algún grado de ansiedad o depresión durante su recuperación de una lesión. Si los servicios médicos fueran más abiertos sobre este tema, la percepción sería muy diferente.
Las lesiones son una parte inevitable del deporte de élite, eso está claro. Aunque, en realidad, sería más preciso decir que el dolor forma parte del día a día. Pero, ¿cómo afecta esto a la salud mental del deportista? Esto varía según la persona, pero en general, depende de la intensidad del dolor o de la limitación que provoca. En estos casos, puede influir en el carácter del deportista, llevándolo a distanciarse más de su entorno cercano.
Sin embargo, existe otro tipo de dolor, uno más sutil e invisible, que acompaña al deportista constantemente. Este dolor aparece en diferentes lugares, día tras día, y aunque no impide la práctica del deporte, exige aprender a convivir con él. No me di cuenta de la magnitud de este dolor hasta que me retiré del fútbol.
Una mañana me desperté y dije: «creo que es la primera vez que no me duele nada». Tenía 26 años. Ahora con 42 siempre me duele algo, pero trato de no convivir con el dolor combatiéndolo con ejercicio, cuidados y fisioterapia.
Con esto, quiero decirte que el deporte de élite no es saludable a nivel físico, y como resultado, tampoco lo es a nivel mental. Aunque tiene sus recompensas, para soportar el dolor constante es crucial ser consciente de la importancia de una buena salud mental. Esta no se logra solo con terapia; la lectura también es una gran aliada.