La inseguridad en los jugadores talentosos no surge por falta de reconocimiento, sino por la obligación constante de brillar. Estos jugadores, a menudo aplaudidos por sus gestos técnicos, sienten una presión mayor: la necesidad de no fallar. Y cuando el error llega, son señalados con dureza. El talento no siempre es suficiente para aliviar ese peso emocional; el verdadero desafío está en encontrar confianza y valentía para arriesgar sin miedo.
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