(y Mirar al Cielo)
Después de una semana con tortícolis, hoy me he levantado sin rastro de molestias. Esa pequeña gran victoria me ha hecho reflexionar sobre lo importante que es recordar que muchas lesiones son pasajeras. Que, aunque en el momento se sientan eternas, no lo son. A veces, el cuerpo solo nos está mandando un aviso, una señal para parar, para escuchar, para atendernos.
Hace unos días, el dolor parecía instalado para quedarse. Girar la cabeza era una odisea. Mirar hacia arriba, impensable. Y, sin embargo, hoy, solo seis días después, he vuelto a hacerlo sin sentir nada más que alivio y gratitud. Me he paseado por el Puglasec mirando cada edificio con calma, redescubriendo sus formas, sus colores, sus secretos. Porque cuando recuperas algo tan básico como poder mover el cuello sin dolor, todo parece nuevo otra vez.
No valoro tanto la ausencia de molestias hasta que el cuerpo me obliga a recordarla. Y hoy, que no hay dolor, celebro esa ligereza que llega de pronto, casi sin avisar.