Solo habían pasado unos meses desde que nos habíamos proclamado campeones del mundo infantil y a mí me habían nombrado mejor jugador del torneo (Todo según Nike, organizador del campeonato). Los premios al mejor jugador eran tres años patrocinado por Nike y una placa de cartón con el nombre de los equipos participantes. Un negocio redondo para la firma y para mí. A míme daban alrededor de 300 mil pesetas en ropa (1800 €), y ellos se aseguraban tener a una promesa a cambio de esas migajas.
Ese día fui con mi representante a las oficinas situadas en Sant Just para recoger mi paquete, como si fuera la Cruz Roja pero en guay. Por aquel entonces no me impresionaron mucho como las instalaciones que posteriormente ocuparon en el Prat de Llobregat. Aun así, no voy a negar que me sentía pequeño ante identidad corporativa de la marca americana por excelencia. Hasta esa época, las prendas Nike no eran huéspedes del armario que compartía con mi hermano Ruslán. Recuerdo que todo era blanco y brillante, parecía el escenario de un videoclip de rap típico en el que solo hay un coche y
chicas como decorado. En lugar de coches y chicas había un balón de fútbol enorme de casi dos metros de alto y posters de deportistas de “medio pelo” como Michael Jordan tamaño 1x2m. ¡Quería ese poster! Pero no sabía cómo pedirlo, me sentía demasiado agradecido como para exigir regalitos. Además, estaba a punto de recibir una caja con más ropa de marca de la que habíamos tenido en toda nuestra vida mi hermano y yo.
Estábamos en el hall charlando con Pepe Costa -respondable del área de fútbol de Nike. Un tipo agradable- cuando se abrió la misma puerta de entrada por la que había entrado yo y como un toro entró Ronaldo Luís Nazario de Lima, Ronaldo “El Gordo”. Me quedé de piedra. Ya lo conocía de su etapa en el PSV, era el mejor joven del mundo. Cuando Brasil celebraba el mundial de USA 94 no dejé de fijarme en él a sus 17 años, solo cinco años más que yo. Verle a tan joven en la élite fue un tsunami de esperanza, al igual que ver debutar a Raúl en Zaragoza.
Se acercó a mí y Pepe Costa me dijo algo así como: “Jacinto, este es Ronaldo”. Los trabajadores de Nike estaban tan ilusionados como cualquier aficionado culé. No recuerdo como fue el resto del día. Supongo que se lo conté a mi hermano y a algunos de mis amigos. Creo que no se lo conté a mis compañeros del cadete del Espanyol para no generar envidias. Bastante escandaloso era ya que un niño de 14 años tuviera un contrato de 3 años con una marca deportiva.
Esa fue la única vez que estreché la mano a “El Fenómeno”, y la verdad es que me pareció un chaval de 19 años que bien podría ser del filial del Espanyol (por la edad).