Capítulo 2: Jugar por jugar

Idea central: La transición de jugar por placer a competir profesionalmente transforma la relación con el fútbol, pero reconectar con el disfrute puro es esencial.

En mi infancia, jugar al fútbol era pura alegría. Cada partido en el patio del colegio o con amigos en el parque era un momento para disfrutar, sin preocuparse por el resultado. Me encantaba desafiarme, incluso formando parte de los «equipos flojos», porque implicaba motivar a mis compañeros y buscar formas de superar nuestras limitaciones. Celebraba cada pase, tiro o intercepción, porque entendía que cada pequeño logro tenía valor.


Sin embargo, todo cambió cuando ingresé al Espanyol. El fútbol dejó de ser un juego inocente y se convirtió en una profesión. La competición por un lugar en el equipo, el deseo de ganar cada partido y la constante presión de mejorar hicieron que la simple alegría de jugar quedara relegada. A medida que avanzaba en mi carrera, la idea de «jugar por jugar» desapareció.


Este cambio no solo afecta a los profesionales. En ligas amateurs o partidos de veteranos, muchos jugadores también compiten como si les fuera la vida en ello, arriesgándose a lesiones evitables y frustrándose por los errores. He visto a personas perder el disfrute porque se obsesionan con ganar a toda costa. A veces, el verdadero reto es recordar que el fútbol también puede ser un espacio para conectar, reír y disfrutar sin presiones.


Con el tiempo, he aprendido a apreciar los momentos en los que el juego recupera su esencia. Jugar con mi hijo me ha enseñado que el fútbol no siempre necesita un objetivo competitivo. Su manera despreocupada de disfrutar del balón me recuerda por qué empecé a jugar: por amor al juego. Intento transmitirle que ganar o perder es secundario; lo importante es sentir la libertad y la alegría que el fútbol puede ofrecer.


Incluso ahora, jugando con adultos, busco fomentar un ambiente de confianza y respeto, donde cada uno pueda disfrutar a su manera. El objetivo no es ganar, sino compartir el momento y mantener el equilibrio entre la intensidad y el disfrute. Al final del partido, lo que realmente importa no es el marcador, sino las risas y la sensación de haber disfrutado.


Reflexión final: El fútbol tiene una magia especial que puede perderse en la competencia y la presión. Reconectar con el placer de jugar por jugar nos recuerda por qué amamos este deporte en primer lugar.


Preguntas para la reflexión:
¿Cuándo fue la última vez que jugaste o disfrutaste algo sin preocuparte por el resultado?
¿Crees que la competencia puede quitarle la magia al juego? ¿Cómo podrías recuperar el disfrute puro?
¿Qué podrías hacer para fomentar un ambiente más relajado y divertido en los partidos o actividades que compartes con otros?

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Gracias por acompañarme en este viaje al corazón del fútbol.

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