Hay entrenadores que nos dejan frases para la historia como la sobrevalorada de Vujadin Boskov «Fútbol es fútbol». En su día fue rompedora pero actualmente hay entrenadores con frases brillantes. También hay entrenadores con excusas brillantemente ridículas, y no solo me refiero a las que dio Marcelino (Valencia) tras empatar con el Espanyol, se quejaba de que el Valencia apenas juega por la noche.
Aquí dejo 5 excusas que podrían utilizar más y no lo hacen.
«No tengo tiempo para trabajar la táctica»
Los entrenadores son un selecto grupo de personas enfermas por el fútbol (y cualquier deporte). Se pasan el día pensando en fútbol, en alineaciones, en estrategias, en la convivencia del grupo, en jugadas que les ayuden a ganar el siguiente partido. No disfrutan las victorias como lo hacen los jugadores. Mientras que los jugadores van a celebrarlo a un bar tomándose unas copas, o desconectando totalmente, los entrenadores repasan todo lo que han hecho mal, analizar las estadísticas y espiar a los rivales.
Aunque trabajan la táctica con los jugadores, estoy seguro de que a los entrenadores les gustaría profundizar mucho más tiempo sobre estos aspectos. Pero no pueden quitarle horas al trabajo de campo ni alargar las sesiones. Jugando en la selección tuvimos un entrenador llamado Jordan que un día nos tuvo 3 horas en el campo haciendo táctica en Nigeria. Una locura. Podrían hacer como en algunos deportes americanos, y darles a los jugadores una libreta con un montón de jugadas para que las estudien en casa. Pero es un poco complicado porque eso es más propio de deportes estadounidenses. Cada deporte tiene su cultura. El quarterback -fútbol americano- tiene que saberse un montón de jugadas para poder aplicarlas en los partidos. Sin embargo, su homónimo en fútbol -el mediocentro- no tiene que empollar las jugadas, simplemente interpretar el juego. También en el baloncesto hay empollar, y en eso LeBron James es una mente privilegiada. Es capaz de memorizar más jugadas que ningún jugador.
Si ya es difícil hacer que los jugadores se queden a hacer baño y masaje el tiempo que les corresponde, decirles que se queden de manera habitual a repasar vídeos o que se lleven trabajo a casa, es imposible.
«No encuentro el momento para poner a los que juegan menos»
Este es uno de los motivos por el que jamás sería entrenador. Solo 11 jugadores empiezan los partidos, pero eso no quiere decir que siempre estos sean los que mejor entrenan. Para desgracia (y suerte) de los entrenadores, hay jugadores que entrenan muy bien, pero tienen pocas oportunidades por sus características o por las necesidades del equipo. Por eso se montan partidos amistosos, para probar jugadores y hacerles rodar.
Esta era una de las características más positivas en la Premier League cuando yo jugaba en el Southampton. El equipo reserva era una mezcla de jugadores de la primera plantilla y juveniles que tenían la posibilidad de disputar partidos cada semana. Entonces cuando entraban en el equipo no estaban faltos de rodaje y los entrenadores ya les habían visto en acción.
Sin embargo en la mayoría de ligas, los suplentes no tienen la posibilidad de jugar partidos completos y demostrar lo que pueden hacer. No es lo mismo jugar 20 minutos que un partido completo. Y los que más lo padecen -además de los jugadores- son los entrenadores, porque no quieren arriesgarse a meter jugadores con poco rodaje aun sabiendo que podrían dar resultados y si dispusieran de minutos.
«Yo no he hecho la plantilla»
Aunque parezca una excusa barata, es cierto que muchas veces hay jugadores que tienen que jugar por decreto. Al igual que los entrenadores no siempre eligen a los fichajes -con muy buen criterio por parte del club-, aunque creo que al menos se les debería consultar entre las opciones cuál es el que más le podría ayudar.

El fútbol siempre ha sido así, quejarse de esto puede llegar a ser infantil, pero es una realidad. Por eso la grandeza de un entrenador es amoldarse a la plantilla que tiene y no poner sus ideas por encima de todas las cosas.
«No puedo arriesgarme a cambiar de sistema»
En la vida cambiar de idea es de valientes. Pero gran parte de la sociedad no acepta que uno cambie de idea porque rectificar te obliga a dejar el ego en un cajón.
Los sistemas de juego no son fruto del trabajo de un día, se deben trabajar semana a semana e insistir en mejorar muchos aspectos. Pero llega un momento de la temporada en el que puede ser que ese sistema solo tenga una dirección: al precipicio. Es cuando se deben hacer cambios antes de que sea tarde. El problema de cambiar de sistema a mitad de temporada es que si no funciona puede ser la tumba del entrenador. Al final prefieren morir con sus propias ideas. De nuevo el ego.
«No sé qué más hacer»

Esta es mi excusa favorita. En algún momento, todo entrenador ha llegado a esta conclusión. Uno debe reconocer cuando ya no le quedan más armas o más energía para levantar un proyecto. Pero decir esto es admitir que no eres capaz y serás destituido.Cuando Bern Schuster, antes de un Barça vs Madrid, reconoció que era imposible ganar en el Camp nou, no lo decía en broma. Tanta honestidad le acarreó la destitución.
Soy autor de dos libros, los tienes aquí debajo.
[content-egg module=Amazon