Ese trabajo no era para mí

men shaking hands
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En el año 2008, cuando estaba dejando el fútbol -o el fútbol me estaba dejando con 26 años- me dediqué a buscar trabajo compulsivamente mientras agotaba mis últimos meses como futbolista. En mi currículum solo había «capacidad de sacrificio, don de gentes, trabajo en equipo y facilidad para aprender». O sea, que solo había sido futbolista profesional.

Me inscribía en todo tipo de ofertas con la convicción de que podría aprender lo que fuera que allí se hacía. Siempre me cuidaba de inscribirme en ofertas que pudiera llevar a cabo cualquier persona que supiese leer, cualquier persona que fuese capaz de hacerse un huevo frito sin quemar la cocina.

Ser futbolista es un trabajo demasiado específico que no tiene traslado a cualquier otra profesión. En esa época me di cuenta de lo poco que me iba a servir ser rápido, tener buen remate de cabeza y un regate decente.

No todo era enviar currículums, también llamaba a las ofertas en los diarios con la esperanza renovada en cada llamada. Era felizmente ingenuo.

En una de estas llamadas ocurrió algo divertido. Resulta que se trataba de una oferta para ser comercial a puerta fría de venta de algún servicio o producto de esos que se ofrecían llamando a las puertas y soltando una batería de frases para cerrar una venta. La conversación fue la siguiente:

– Buenos días, llamo por la oferta de trabajo.- ¡Ah, hola! ¿Te gustan las emociones fuertes y los desafíos?- Sí, sí, claro. Estoy buscando algo emocionante.- Perfecto, porque aquí en nuestra empresa buscamos personas que ofrezcan nuestros productos ¡con tanto entusiasmo que hasta los productos se emocionan!- ¿En serio?- ¡Claro! Nuestros productos son tan increíbles que hasta hacen que las tostadoras se pongan a bailar salsa.- ¡Ja, ja, ja! Eso suena genial. Bueno, ¿dónde puedo enviar mi currículum?- ¡Eso es música para mis oídos! Envíalo a nuestra dirección de correo electrónico y prepárate para una aventura llena de emoción y… ¡tostadas bailarinas!- ¡Lo haré! ¡Gracias por alegrarme el día!- ¡De nada! Recuerda, aquí siempre estamos buscando llevar el entusiasmo al siguiente nivel.

Al colgar me quedé pensativo. El acento argentino era muy familiar, el tono de voz era de un amigo… ¿Era Rodrigo? Sí, el que jugó conmigo hace dos temporadas. Volví a llamar y le pregunté si era Rodrigo.

Era Rodrigo. Me dijo que mi voz y mi nombre le hicieron creer que era yo, Jacinto, pero no me cuadraba que yo estuviese llamando para buscar trabajo de comercial porque todavía estaba jugando en tercera división.

Le pregunté ya de manera más personal: ¿Este trabajo es bueno para mí?». «No tío, es duro, mejor sigue buscando. Puedes hacer cosas mejores». Le agradecí la honestidad y seguí buscando en el mercado laboral un lugar estable para dejar el fútbol y empezar a trabajar.

En este tipo de situaciones se encuentra Ulises, el protagonista de mi segundo libro: Ulises diario de un futbolista pobre.

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