No me gustaba regalar camisetas con mi nombre a mis amigos

No me gustaba regalar camisetas con mi nombre a mis amigos

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Cuando uno sueña con ser futbolista profesional espera ver aficionados con su dorsal paseando por el centro comercial. Yo no era diferente a cualquier otro chico de 19 años, pero era consciente de que empezaba en un club (Southampton FC) nuevo para mí en el que nadie me conocía -aun así durante la primera semana firmé muchos autógrafos en las inmediaciones del estadio-.

Al ser recién llegado me gustaba pasear (en coche) por la ciudad, y uno de mis principales destinos era visitar la tienda oficial del club en el St. Mary’s Stadium para comprar unas cuantas camisetas con mi nombre y regalárselas a mi gente en Barcelona. Siendo honesto, para mí esas camisetas no tenían más valor que las que puede comprar  un guiri en la tienda  del Barça, pero para mi gente sí lo tenían porque saben mis orígenes, y lo importante que había sido dar el paso.

Al principio  compraba las camisetas como quién va a comprar un anillo de bodas, luego, con el paso de los meses, las compraba como quien compra el pan. Cada vez me daba más vergüenza comprar y seriagrafiar con mi nombre camisetas de nadie. Imaginaba a los vendedores hablando a mis espaldas:  «jugar no ha jugado, pero tiene camisetas de sobra para hacer un equipo».

Pero se veían bonitas  con mi nombre: «Jacinto 23» (sonrío solo de recordarlo). Las doblaba con cuidado y las metía en la maleta -el ticket lo tiraba-. Me imaginaba debutando en la Premier League de Thierry Henry y Dennis Bergkamp, al público levantándose de sus asientos cada vez que recibía la pelota en la línea de tres cuartos, expectantes, siendo felicitado por los veteranos -casi más viejos que mi madre-… No pudo ser.

Todo aquel que recibió una camiseta quedó contento. Me hubiera gustado regalar más, pero no quería que mis amigos parecieran mis fans. Si algo tenía claro, era que mi condición de futbolista profesional no iba a estar por delante de mi rol como amigo y familiar, y el repartir camisetas entre ellos -según mi punto de vista- me situaría un escalón por encima en nuestra relación. No quería que mis mejores amigos fuesen mis mayores fans, sino los mismos de siempre, los que no me valoraban por mis actuaciones dentro de un terreno de juego.

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Paseando en Southampton (2001)

Esta anécdota no está en mi libro Fútbol B, pero de recuerdos como este se ha nutrido mi primera obra.

 

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