Fui un prejubilado de 26 años FELIZ

Fui un prejubilado de 26 años FELIZ
En todas las fotos sonreía sabiendo que se acababa la aventura.

El inicio del fin

En enero 2008, cuando fiché por el Premià, decidí dejar el fútbol. Estaba a punto de cumplir 26 años. Ya llevaba dos años sin soñar con jugar en primera, y no me había puesto más metas en el mundo del fútbol. Cualquier cosa que no fuese jugar en Segunda División o en Primera era perder tiempo.

El fútbol nunca ha sido una cuestión económica en mi vida. Ninguna de las decisiones que tomé durante mi carrera fueron por dinero. Cuando recalé en el Premià fue  un regalo porque venía de pasar seis meses en la Fundación Logroñés en donde cobre apenas tres mensualidades incompletas. Ni un solo ingreso bancario. Todo en mano. Cuando ya estaba dispuesto a marcharme a Ciudad Real a un equipo de tercera -sabía que iba a ser otra historia de terror, pero tenía que comer-, por suerte me salió a última hora la posibilidad de jugar en el Premià. Era Tercera División, pero ya no temía a Mollerussa.

Me lo tomé con filosofía

Encontré un club sano, lo cual me permitió acabar con buen sabor de boca mi carrera. Incluso llegué a fantasear con convertirme en un jugador importante capaz de hacer que mis compañeros se sintiesen privilegiados por jugar conmigo. Transmitirles la energía que me acompañaba en mis mejores momentos… pero era uno más. Ya no tenía proyección. Lo acepté sin dejar de ser competitivo. Traté de dejar destellos, pero me había convertido en un jugador que necesitaba tiempo para adaptarme. No era cosa del equipo, era yo. Pero disfruté de cada partido como si fuera el último (como se puede apreciar en la foto).

Mi nuevo rol como prejubilado

En ese equipo había jugadores más veteranos que yo, pero también los habían más jóvenes. Yo no competía con nadie, simplemente quería sentirme útil. De alguna manera lo fui. Aunque un día el entrenador me dijo en privado que me había fichado para marcar la diferencia, que esperaban mucho de mí. Yo era el primero que quería brillar, pero no era mi turno: ya estaba prejubilado.

Con 26 años ya lo tenía claro: dejo el fútbol. Fui amable con los jóvenes, creía que merecían recibir buenos consejos -aunque no di muchos; no olvidemos que había gente que me sacaba hasta seis años-, en realidad yo seguía siendo un jovenzuelo. Mis actuaciones no eran brillantes, pero daba muestras de haber sido un jugador temible. Acepté mi rol gracias a cobrar mensualmente. Perdí el hambre de fútbol a la vez que sabía que mi siguiente paso en la vida era buscar trabajo. Un secreto: si me hubiesen propuesto renovar lo habría hecho. Pero por suerte no lo hicieron y no retrasé mi retirada un año más.

El esfuerzo a veces tiene premio

Ver en 2018 que un jugador de ese equipo está en primera división (Aday Benitez, Girona FC), me hace sonreír con cierto orgullo por haber tenido la suerte de ver a un joven que se iba a comer el mundo comérselo. A veces el esfuerzo tiene… Clic para tuitear

A final de esa temporada me retiré y me puse a trabajar de tripulante de trenes.

Nota: Todos estos artículos son complementarios para entender lo que cuento en mi libro.

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