Carta abierta a David López

Carta abierta a David López

Querido David López,

Te escribo esta carta porque creo que puedo intuir cómo te sientes en estos momentos. No es que me haya encontrado en una racha tan negativa de resultados como jugador… bueno sí, en el Southampton hicimos 10 puntos de 42 en el inicio de la temporada 2001-2002, aunque mi papel fue testimonial ya que no jugué ni un segundo en 2 años y medio. [El equipo acabó 11º. Estáis a tiempo.]

Aunque no lo creas, ese mes de enero de 2002 encadenamos -me incluyo porque creo entrenando aporté algo- una racha de triunfos importante. Consecutivamente ganamos a Chelsea y Liverpool. La reacción no fue inmediata, pero la mejora llegó tras las destitución de Stuart Gray, un técnico de la casa, y la contratación de Gordon Strachan un mes de octubre. Igual que Machín.

Tu regreso fue celebrado

Esta temporada está siendo complicada a nivel personal porque acabas de salir de una lesión de ligamentos, y por muy bien que estés, no te encuentras al 100% de tus posibilidades.

Seguí en Twitter el día a día de tu rehabilitación. Cada poco tiempo fuiste posteando imágenes con mensajes positivos y contando los días que llevabas luchando.

Esa conteo me asustó. Te explico porqué.

A mi me rompieron los ligamentos en el año 2003 cuando estuve cedido en el Hércules de Alicante y hasta que tuve el alta pasaron unos 8 meses, aunque mi primer partido lo jugué mucho más tarde. Recuerdo que al principio contaba los días que llevaba recuperándome -que no es lo mismo que contar los días que llevaba lesionado-, pero cada vez que había un contratiempo me desilusionaba.

Descubrir un nuevo dolor es como que te diagnostiquen una nueva carga a la lesión principal.

«Take your time, Jazz, don’t worry»

Llegó un punto en el que dejé de hacer cálculos y me centré en recuperarme sin prisas. Mi paciencia no convirtió la travesía en un paseo. Pero no tenía otra opción. Además, nadie me estaba esperando. Tenía que volver a Southampton, pero cada vez que les daba el parte me decían «take your time, Jazz, don’t worry». Me quedó claro que no me necesitaban. Eso me permitió no forzar. Sin embargo, me sentía culpable por estar lesionado.

Todos te esperaban para comandar el equipo.

En tu caso ha sido diferente: todos te esperaban para comandar el equipo. Todo tu trabajo estaba enfocado a recuperarte y dejar de ver los toros desde la barrera. Es común entre los jugadores sentir la necesidad de acelerar la recuperacion para ayudar a nuestros compañeros.

Un líder tiene que ser sembrador de optimismo, un verdadero servidor en la vida de los demás. Un líder, como dijo Napoleón, “es un negociador de esperanzas”

Todo se le perdona a un líder… excepto equivocarse

El futbolista tiene fama de vago, pero es de los pocos trabajadores que odia estar de baja por una chuminada.

Desde entonces has jugado casi todo. Con tu llegada la afición se entusiasmó; primero, porque te aprecian como persona; segundo, porque futbolísticamente aportas.

Muchos periodistas y aficionados especulaban con la posibilidad de verte jugar en el medio campo. Nunca te he visto jugar ahí. Y sigo sin imaginarte. Te he visto tanto de central que creo que avanzarte requeriría de un periodo de readaptación, un tiempo que el equipo no tiene.

De héroe a villano

Gran parte de los aficionados que aplaudían tu regreso ahora te cuestionan. Ser futbolista es tener que demostrarla valía en cada partido. Es normal cuando todo va mal. No te lo tomes como algo personal. Es fútbol. Y en el fútbol nada es personal, ni siquiera cuando te nombran. Esta misma carta no es personal. Si lo fuera te la haría llegar en privado.

Cuando un equipo funciona todos sus componentes parecen mejores de lo que son; cuando no funciona, todos parecen peores de lo que son en realidad.

Si sacáis un par de resultados buenos todos los reproches y críticas negativas quedarán catapultadas en la memoria de Twitter. Las redes sociales no son más que un sinfín de huracanes con la fecha de caducidad de un yogur en oferta. Eso no quiere decir que no vayan a volver; el fútbol es irregularmente cíclico.

Lo que no sabe el aficionado

En cuanto viste la posibilidad de estar disponible no lo dudaste un segundo. Tu predisposición ha sido absoluta. Algunos días has estado mejor que otros, como todo el mundo.

Ahora, que es cuando más críticas estás recibiendo (junto al resto del equipo), me acuerdo de la temporada siguiente tras recuperarme de la rodilla. Aunque, a diferencia de ti, tuve la suerte de poder hacer una pretemporada completa después de un año y pico sin jugar.

Por aquel entonces estaba en las filas del Alavés B en 2ªB. Durante la primera vuelta tuve un rendimiento más que notable. Llevaba meses esperando jugar y sentirme útil para un equipo. Jugué cada partido. Me encontraba bien. Pero en la segunda vuelta mi bajón físico fue considerable. Perdí la chispa. En ese momento no sabía qué fallaba. Pero con el tiempo me he dado cuenta de que me quemé. No me di el descanso necesario al querer (o verme obligado) a jugar cada partido.

Tu no puedes permitirte dejar de jugar, lo sé. Pero te escribo esta carta porque hay muchos jugadores que pasan por lo mismo que tú y se apresuran en la búsqueda de la mejor forma física acortando los plazos. Las lesiones son como el ramen: necesitan sus horas de cocción.

Lo único que puedes hacer es seguir jugando y dejar que la biología y el cuidado hagan el resto.

No siempre se ve cómo después de cada partido o cada entreno tienes que desinflamar la rodilla para tenerla lista para el día siguiente. La vida con dolor es invisible. No se ve el dolor que acompaña al jugador después de superar una rotura de ligamentos. Solo en casa lo ven. Hay días en los que preferirías cortarte la pierna, pero sabes que ese dolor es necesario, es el duelo obligatorio que todo jugador debe pasar tras una lesión grave.

Los futbolistas esto no lo cuentan hasta que se retiran porque temen que parezca una excusa. Michael Owen explica en su biografía que jugó gran parte de su carrera arrastrando una lesión tras otra que le mermaron considerablemente. Durante 6 años odió jugar a fútbol.

Unas veces será el más querido por la afición, otras el más odiado.

Por suerte no es tu caso, estás en buena forma, pero me atrevo a recordarte, con todo el desconocimiento del mundo sobre tu situación, que durante meses habrá días en los que te sentirás como un avión y otros como un tractor. Al igual que unos días serás el favorito de la afición mientras que otros días serás «el peor jugador del equipo».

No te lo tomes como algo personal, solo es una carta más. Una de las tantas que me habría gustado recibir en momentos difíciles. Buena suerte, buen trabajo

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